De Corazón a corazón: Miq 6,1-8 ("Pueblo mío, ¿qué te he hecho?"); Sal 50,5; Mt 12,38-42 ("No se les dará otra señal que la del profeta Jonás")

Contemplación, vivencia, misión: Si el crucifijo sólo fuera un adorno, no tendría que ver nada con la realidad de Jesús, que murió amando y perdonando, para luego resucitar. En su vida mortal le pidieron "signos" de garantía. Ahora, si el "signo" que nos dejó fuera sólo un elemento cultural, se desvirtuaría la profundidad de su misterio pascual de muerto y resucitado para la salvación de toda la humanidad. El crucifijo es un examen de amor. Nos examina quien es el Amor y ha dado la vida por todos. Este valor es "transcultural" y ha dado pie a innumerables manifestaciones culturales auténticas de valor permanente.

* En el día a día con la Madre de Jesús: En nuestras casas cristianas siempre queda algún crucifijo, como invitación a hacer de la vida una donación a él y a los hermanos, con la esperanza de resucitar con él. Mirándole, el corazón recobra la serenidad. Él nos mira, como miró a su Madre (cfr. Jn 19,26), invitándonos a darnos de todo en sintonía con su amor de totalidad.