De Corazón a corazón: Hech 16,22-34 ("Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu casa"); Sal 138,1; Jn 16,5-11 ("Os conviene que yo me vaya… el Paráclito… os lo enviaré")

Contemplación, vivencia, misión: En nuestra vida hay una "ausencia", que sólo la sienten los "enamorados". Sentimos dolorosamente la "ausencia" de Cristo, porque lo amamos. Pero este amor lo sostiene él, que está presente y resucitado. Su "presencia" parece "ausencia" porque es especial, más allá de nuestro modo de pensar y de sentir. Esta presencia suya sostiene la vida de todo creyente y de todo apóstol, y es la que comunica la fe en Cristo. El "gozo" de su presencia es un don de Espíritu Santo, que quiere comunicarse a toda la humanidad. La fe en la presencia de Cristo, cuando parece ausente, se aprende dejándose sorprender diariamente por su Palabra, su Eucaristía y su Iglesia amada.

*En el día a día con la Madre de Jesús: Somos guiados por el Espíritu Santo que formó a Cristo en el seno de María y que ahora nos transforma en él también con la colaboración materna de María. "Conoce muy bien el Espíritu Santo las entrañas de la Virgen, conoce muy bien aquel su corazón tan limpísimo" (S. Juan de Ávila, Sermón 30).